October 2011 Archives

Cuando empezaba a sentir que ese silencio abismal me estaba volviendo loca sentí de nuevo la presión que las manos de los guardias de seguridad hacían en mis brazos. En ese momento, a pesar del dolor, fue una bendición porque un segundo más en silencio total hubiera desatado la crisis de histeria más grande de la historia en mi persona. Llevaba un día entero sin comer; no había descansado en una semana debido a la preocupación de cuándo vendrían por mí porque es cuestión de tiempo que te encuentren (no sé cómo se enteran de cada crimen en esta ciudad por más que la gente intente disimularlo); y no había visto a mi familia ni amigos, o los que quedaban de ellos, en más de un mes. Un mes intentando esconderte podía desatar un infierno dentro de ti. Sólo te llenas de emociones estresantes que si salen es seguro que delatarán tu paradero.

En fin, gracias al cielo (si es que hay uno) me sacaron de esa sala antes de que todo esto saliera, lo cual hubiera sido malo aunque ya me hubieran atrapado. Los guardias volvieron a sacarme de la sala pero esta vez yo ya no tenía las más mínimas ganas de cooperar. Me llevaron arrastrando los pies por el mismo pasillo por el que habíamos caminado para entrar a la sala con los ministros y el juez. No sé cuánto tiempo me llevaron. Pudieron haber sido solo unos segundos o días, la verdad es que no estaba poniendo atención. Sólo pensaba en que lo más seguro era que me quedaran máximo dos horas de vida. Sólo tendría el tiempo que tardaran en salir los resultados del Examen de Realidad porque mientras me realizaran los estudios seguramente arreglarían los preparativos para mi muerte. Seguro sería algo tan humillante como solian ser las ejecuciones.

Después de no sé cuanto tiempo de avanzar por el pasillo, nos detuvimos frente a una puerta de cristal opaco. La abrió uno de los guardias y entramos. Yo seguía sin intenciones de cooperar así que uno me tomó de los hombros como si no pesara nada y me sentó en una silla negra bastante grande pero no me soltó por si intentaba escapar. El otro puso mis antebrazos uno en cada posabrazos de la silla y los detuvo con una cinta que cerró con una clase de candado que sólo se abría cuando el lector de huellas digitales detectaba que la persona que autorizaba era alguno de los científicos que aplicaban la prueba. Después realizaron lo mismo con mis piernas y salieron de la sala.

Me quedé sóla lo que parecían años. Cambié de opiniión a lo que anteriormente había dicho en la sála: ¿Qué nadie podía compadecerse de mí y en vez de hacerme sufrir con todo este procedimiento me mataban directamente? Finalmente una puerta de la que no me había percatado se abrió frente a mí. De ella salió un hombre de no más de 30 años. Sus ojos eran verdes, muy profundos y dulces, tanto que pudieron haber sido de un ángel. Su obscuro cabello se acomodaba perfectamente en ondas quebradizas. Era bastante atractivo, lástima que traía la bata de doctor que me indicó que él sería el que confirmaría que yo era culpable. Se rompió el encanto. Nadie podía ser tan perfecto.

Al terminar de hablar el juez, los ministros se me quedaron viendo fijamente. Odio esa clase de miradas profundas, llenas de vacío. Sin sentimientos. Sin la más mínima expresión. Y el silencio, tan agudo que sentía que perforaba todo mi ser. Era absoluto. No se escuchaba ni el zumbido de una mosca que volara. Claro, sería una mosca loca porque ningún ser vivo que no perteneciera al gobierno, estaba lo suficientemente loco como para presentarse en este edificio por voluntad propia. Si venías era porque habías hecho algo mal. Nadie se atrevía a venir por otra razón porque aquí, antes de entrar, te hacían el más minuncioso estudio. Si encontraban que habías hecho algo mál, significaba un castigo.

Si tenías bajas calificaciones, no eras "servible" para la comunidad y eras ejecutado. Si no sabías nadar, podrías "morir durante un accidente mientras pescas" (sí, aunque nunca fueras de pesca), entonces para evitartelo, eras ejecutado. El punto es que buscaban cualquier escusa para deshacerse de los "elementos que estorban" en esta comunidad, y, en pocas palabras, nadie era un "elemento perfecto" como ellos buscaban. El gobierno pensaba en un mundo utópico. Levaban años buscando a la persona perfecta. Ni ellos lo eran, pero claro, eran corruptos, y así podían fingir que eran toda perfección.

Nadie se paraba en este edificio por voluntad propia a causa de no ser perfecto.

Hola, el otro día tuve un sueño bastante raro jaja y me pareció que era una buena idea como para comenzar un cuento o algo entonces chequen, a ver que les parece. Obvio no esta todo el cuento aquí, no he escrito casi nada...

Sabía perfectamente lo que había hecho pero no podía darme los lujos en ese momento de admitirlo:

-¡¿Qué hice?!-Sin respuesta.-¡Díganme qué hice! ¡Soy inocente! -Obvio no me creyeron. Y aunque lo hubieran hecho no podían hacer nada al respecto. Al igual que yo, no tenían poder ante el gobierno. Aún así, parecía que les gritaba "¡Soy culpable!" porque cada vez que abría la boca para decir algo en mi defensa, la presión de sus manos en mi brazo aumentaba. Mi preocupación crecía conforme la enorme puerta negra frente a mí se acercaba. Mi corazón latía rápidamente, pero creo que no tanto como nuestros pasos.

Ya me hallaba frente a la puerta.

-¡No! ¡Por favor!- Pero no había manera de ganar. No encontraría una sóla alma en mil kilómetros a la redonda que pudiera ayudarme. Las puertas dobles se abrieron haciendo eco en la enorme sala llena de ministros y el que era en ese momento mi verdugo, el juez.

-Zoila Sandrina,-...y empieza el veredicto- se le acusa de haber efectuado el asesinato de Rocko Bastillo el pasado 29 de Febrero del 3597 a las 23:14 horas en el Callejón Diábolo. ¿Cómo se declara?

-Inocente, su señoría.

-Señorita, usted no entiende... Estamos seguros de que es culpable; que el delito fue cometido por usted. Preguntarle cómo se declara es parte del procedimiento de condena, así que ahorremos energía y tiempo y diga la verdad, por favor.

-Ya le he dicho, su señoría, y lo reconfirmo: Inocente.

-¡Señorita, no tengo su tiempo ni la paciencia para sus caprichos!

-¡Y yo no tengo deseos de exponerme a su rudimentario sistema de seguridad!

Después de una larga pausa responde:

-Bueno, ya que no planea cooperar le haremos un Examen de Realidad. A pesar de ser tardado, seguro nos tomará menos tiempo que converncerla de que diga la verdad.

Ahí es cuando perdí la esperazna por completo. No existe otra posibilidad  de salvación después del veredicto de la prueba. Es incuestrionable. No puedes huír después de que esa prueba indica que eres culpable. Es incuestionable. No puedes huír después de ésta si resultas culpable.

El Examen de Realidad había sido resultado de un experimento fallido. Originalmente, se estaba intentando detectar los restos olvidados de un recuerdo a travez de los nervios del ojo para llegar a una parte del cerebro. Supuestamente, ahí, por medio de los neurotransmisores llegarían al hipocampo una serie de descargas eléctricas que regresarían formando patrones que cuando los interpretaron se entendería de qué trataba el resto del recuerdo. Al final, a la hora de probarlo, no funcionó. En cambio, vieron que las descargas afectaban otra parte del cerebro. Deshabilitaban tu conciente y sólo funcionaba tu subconciente. Es así como consiguen lo que quieren. Te desprenden de tu voluntad para poder interrogar a tus pensamientos. Ya ninguna información o movimiento o nada, salen de tu boca o cuerpo sin decir nada más que la verdad. Sólo te comunicas con "Información Pura", como ellos dicen. Todo se vuelve completamente objetivo. Es inútil intentar mentir. Imposible.

Y ahora, yo estaba a pocos segundos de que me la realizaran. Todo estaba perdido. Después de que salieran los resultados me iban a esposar y posiblemente, aunque no probable ya que aceptaría mi delito al instante, me iban a dar una descarga eléctrica que me haría perder la conciencia por un rato. Cuando despertara, solo sería cuestión de esperar a que vinieran de nuevo por mí a la celda que me hubieran asignado. Me recogerían y me llevarían a mi muerte. 

 

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